Hace algún tiempo, unos 4.000 naturales de la zona decidieron reclamar, al senado de la época, su situación, altamente injusta por el mal trato que recibía el entonces gobierno centralizado. El senado, tras oír la justa reclamación decidió atender la petición y, conscientes de la importancia estratégica de la zona, otorgaron el reconocimiento pretendido.
Aunque esto no suele decirse, los atendidos no pertenecían a ninguna de las ciudades existentes, sino a la entonces urbe centralizada, Carteia. Ciudad romana en la desembocadura del Guadarranque y que sobrevive ahí, viendo como la indolencia actual también la olvida a ella.
Esa ciudad romana de Carteia, se convirtió, gracias al tesón de sus más de 4.000 habitantes, en la primera ciudad fuera de la península itálica en obtener la ciudadanía romana. Efectivamente, la primera ciudad romana oficial fuera de Italia no fue ninguna de las que poseen las mejores ruinas, fue Carteia y lo fue, principalmente por el esfuerzo y tesón de sus ciudadanos y por la importancia estratégica para los dirigentes.
Han pasado de ello casi 2300 años y las cosas han cambiado mucho. Los líderes locales han conseguido algo difícil de conseguir: adormecer a los ciudadanos de un entorno acostumbrado a luchar por sobrevivir. Y con ese adormecimiento, hemos permitido que el senado de la actualidad nos olvide y nos deje de lado, inconsciente de que la importancia estratégica de esta zona no sólo no ha decaído, sino que crece a medida que crece la importancia del comercio marítimo para la subsistencia de las personas.
Es de sobra conocido que para el desarrollo del comercio es necesario dos puntos principales: un puerto eficaz y una conexión terrestre ágil y económica. Hay puertos alejados de las rutas principales que han triunfado gracias a cumplir estas dos premisas. Hay puertos estratégicamente situados que han fracasado por olvidar alguna de las dos. Tanto uno como otro son ejemplos que nos deberían hacer aprender para no caer en los errores.
Los ejemplos de Gioia Tauro o de Cádiz deben hacernos ver que no existen puertos perennes y que es necesario evolucionar junto con el mercado para seguir siendo competitivos. Si nos olvidamos de evolucionar, nos encontraremos con dársenas vacías y lo que es peor, paro. Mucho paro. Algeciras es un excelente puerto. Eficaz y estratégicamente situado. Pero su conexión terrestre, ni es ágil ni es económica. Ya es sabido que el tren es clave. Como también lo es que es necesario que se reclame.
Los líderes locales han demostrado que no tienen interés real en el tren. Están más interesados en sus propias fotos y en sus propios pensamientos. Comiendo las migajas de otros para llenarse (temporalmente) el buche. Cortoplacismo. Y la gente ya lo ha detectado.
Que en una ciudad como Algeciras, el partido del alcalde sea el quinto más votado en unas elecciones andaluzas y que el partido de la única cabeza de lista de la comarca sea el cuarto, da imagen del hartazgo que existe ante la política. Y lo que es peor, ese hartazgo se ha extendido a todo. No es que no se siga a la Plataforma del Ferrocarril en su reclamación, es que no se sigue al propio corazón. Definitivamente, la pereza ha vencido al futuro.
Entretanto, una mujer, heroica, sale todas las tardes con una camiseta de un túnel a recordarnos que hace 100 años que se aprobó la conexión del famoso corredor y que hace ya más de 50 días que estamos aislados. Sólo unos valientes la acompañan. Los miembros de la Plataforma del Ferrocarril, tan indignados en sus manifestaciones, no aparecen, salvo honrosas excepciones. Cosas de la política.
Mientras Isabel nos recuerda que sólo desde la reclamación ciudadana conseguiremos nuestros derechos, empezamos a ver las consecuencias del aislamiento. Seguimos con el mismo tren que tenía Carteia hace 2300 años: ninguno. Pero en aquel momento sí había el coraje de exigir sus derechos. Ahora, sólo unos cuantos a las 7 en la Plaza Alta. ¿Te apuntas?