Un tren. Una oportunidad.

A veces repetir la necesidad del tren no es suficiente. A la gente en general el tren no le interesa demasiado. Sólo cuando quiere ir a Madrid pregunta cuándo sale y cuánto cuesta el TALGO y poco más. Ahí acaba toda la vinculación de la mayoría de la población con el tren.
Sin embargo, la vinculación es mucho más sutil y mucho más profunda que una consulta a la web de RENFE cada 2 o 3 años. Muchas veces hemos escuchado: “¿para qué quiero yo el tren? ¡Que lo pida el puerto!”, como si el Puerto de Algeciras fuera la excusa necesaria para quedarnos en el sofá del salón.
Es evidente que el Puerto de Algeciras es el pulmón de la comarca. Gracias a él trabajan en la comarca más de 28.000 personas
(Informe de Impacto Económico. Universidad de Cádiz. 2017). ¿Es suficiente? Los datos del paro de la comarca dicen que no. Hay que evolucionar, porque sigue habiendo necesidad. Para crecer en este puerto hace falta algo más que mirar hacia el mar. Hay que mirar hacia tierra y analizar qué está pasando.
El puerto tiene dos tipos de tráfico: uno es muy permeable y penetra rápidamente en España: es el tráfico del Estrecho, tráfico que viene de Marruecos y que rápidamente se distribuye en la Península: los mercados mayoristas de Madrid, Barcelona y Perpignan son sus destinos favoritos y todos los días unos 800 camiones cruzan el Estrecho. En cuanto tienen el visto bueno de aduanas el camión sale hacia su destino. La velocidad es clave. Casi más que el precio, porque son productos de muy corta duración y el mayorista tiene que comprarlo lo más rápido posible.
El otro tráfico prácticamente no es permeable en España: el del contenedor. Al año se gestionan 4 millones de TEUs, pero se importa en España muy poco: en torno al 8%. ¿Por qué no entra más en España? Pues porque este tráfico no viene de un país tan cercano como de Marruecos y tradicionalmente se ha dispersado la importación por la península para buscar que el trayecto por tierra sea el más corto posible. Es algo primario, análisis primitivo de ir al puerto más cercano que te preste el servicio. Por poner un ejemplo: cuando alguien coge un autobús urbano, uno se acerca a la parada que tiene más cercana, aun cuando las líneas que pasen por ahí sean peores que si nos acercáramos a una parada un poco más alejada. Si al final me lleva a mi destino y llego a tiempo, ¿qué más me da? Pues da. El que tiene experiencia en autobuses, lo sabe.
Aunque no lo parezca, estos dos tráficos tienen algo en común: tanto uno como otro pasan de largo de la comarca. Uno, porque entra fugazmente y otro, porque ni siquiera entra. Y se pueden encontrar paradojas como productos de Marruecos que pasan por Algeciras, van a Perpignan, se venden al mayorista que los trae a Andalucía para el consumo. O mercancías contenerizadas que trasbordan en Algeciras para ir a Valencia, importarse allí e ir a Andalucía para su consumo. Para que estos tráficos puedan gestionarse en Algeciras hace falta un transporte masivo, fiable y económico. Eso en la época que vivimos tiene un nombre: el ferrocarril.
Imaginen que la mercancía que pasa de largo se quedara aquí y se vendiera al mayorista o se manipulara en la comarca. Implicaría la creación de multitud de puestos de trabajo y la posibilidad de ofrecer nuevos productos. Con una ventaja: los compradores de los productos no verían empeorado su producto. Incluso más, si el mayorista recibe la mercancía más rápida y más barata, el consumidor final también se beneficiaría y no nos engañemos, incluso desde el sofá, somos consumidores.
No es posible estimar cuánto mejoraría la Comarca. Como tampoco era posible estimar a dónde iba a llegar el Puerto cuando se hizo el muelle de Galera, allá por 1920. ¿Estamos dispuestos a luchar porque en la Comarca el Puerto cree muchos más de los 28.000 puestos de trabajo actuales? ¿Y que gracias a ello, pueda mejorar la economía global al reducir los costes de transporte? Pues eso significa el tren de Algeciras. No es una cuestión del Puerto. Es una cuestión de todos. Y no será para mañana, por supuesto, será una oportunidad para nuestros hijos. Pero si no empezamos hoy, no será nunca.

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